Bañarse dos veces al día.
Al llegar los españoles a nuestro continente notaron que la población era extremadamente limpia y que, además de bañarse dos veces por día en ríos y arroyos, todas las casas contaban con un
temazcalli (una casa donde se suda, en náhuatl). Y que ambas cosas eran parte de la rutina diaria de aseo personal. Cabe destacar el contraste con las costumbres de los españoles, que casi ni se bañaban.
Lavarse los dientes después de cada comida.
Es bien sabido que los nativos del continente americano siempre fueron muy limpios, y el cuidado de los dientes no fue la excepción. Para ello usaban una mezcla de miel y cenizas de tortilla, ya que la miel es antibacteriana y las cenizas funcionan como un pulidor para los dientes. Los españoles se mostraron muy sorprendidos al notar las sonrisas blanquísimas de los indígenas quienes, además, conservaban su dentadura hasta la muerte.
Llama “escuincles” a los niños.
Se cuenta que el Señor Motecuhzoma II, Señor de Tenochtitlan, ordenaba traer nieve desde el volcán Popocatépetl solo para que le fuera preparado un manjar hecho de nieve, jarabe de frutas, flores, vainilla o miel. Era un postre tan exclusivo que solo la nobleza podía consumirlo. En nuestros días, y aunque siguen siendo un manjar de reyes ¡todos podemos acceder a los deliciosos raspados!.
Hablar en diminutivo.
Los pueblos originarios se expresaban con los niños de una manera más cariñosa que con el resto de la gente, llamándolos con apodos tiernos como cocoton (migajita en náhuatl), o nishi (pequeño en hñahñu). Esta es una costumbre ha sobrevivido hasta nuestros días, no solo en nuestro trato a los más pequeñitos, sino en el uso que hacemos de los diminutivos en nuestro día a día. ¡Ahorita ya sabes de dónde viene esta costumbre!
Beber agua de frutas.
Esta costumbre les resultó muy extraña a los europeos, puesto que allá no se conocía la enorme variedad de frutas que hay en México. Era (¡y es!) tal la abundancia de frutos que, además de comerlas, nos podemos dar el lujo de mezclarlas con agua o con miel para tomarlas.
Comer tortilla y picante.
Los mexicanos no podemos pasar un día sin comer tortilla o picante. Lo hemos heredado de nuestros padres y ellos de sus ancestros. La comida nativa no sufrió grandes transformaciones desde la invasión europea y solo se le agregaron nuevos ingredientes llegados de otros continentes. Estas adiciones mejoraron los sabores y, aunque crearon algunos alimentos nuevos, la esencia es la misma hasta nuestros días. Creéme que la historia de nuestro pueblo se podría contar a través de la tortilla y el picante…
Hacerse tatuajes.
En el mundo prehispánico, los tatuajes eran considerados un símbolo de valentía, pues en aquellos tiempos se hacían con espinas de cactus. Los tatuajes, además, contaban historias, leyendas y hazañas y, cuando se veía a una persona con un tatuaje, de inmediato se sabía que tenía algo que contar. La Iglesia Católica trató de “satanizar” el uso de tatuajes y, si bien aún hay mucha gente que asocia el tatuaje con la delincuencia, los mexicanos no le tememos a llevar historias escritas en nuestro cuerpo
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